Nunca había visto un conejo tan parecido a un elefante.
Los elefantes sabemos mucho de conejos y de todos los otros animales; los elefantes somos viejos, los hemos estudiado con celo durante mucho tiempo.
Mi adoración por los animales es casi el motivo de mi existencia, y juro que nunca había visto un conejo tan parecido a un elefante.
Apareció en el límite oriental del territorio, un día en que la anormalidad me había llevado a la meditación profunda. Por algún motivo decidí ir hacia allí a sentarme en los laureles y quizás dormir un tiempo… frené de golpe, estornudé, miré hacia abajo… un conejo. ¡Que parecido a un elefante!
Lo llevé a pasear, así lo observaba mejor. Tome nota: memoria de elefante, no tiene pelos, es mucho más oscuro que otros conejos, tiene más oreja, y más cola, su hocico es más estirado…
EL ELEFANTE JAMAS OLVIDA… De joven solía pensar q los elefantes éramos de carácter único y este bicho viene a fregarme en la cara que los elefantes somos también animales.
Así, sumido en contemplación, caí en cuenta de que, de haber tomado mis decisiones otro rumbo, no le hubiera pasado ni cerca, y, de no haber estornudado, le habría pisado.¡Bendita expiración involuntaria y repentina!
No cabe duda: este espécimen ES especial; encontrado de mágica manera, dócil y suave al trato. Lo quiero conmigo quiero quedarme con el. No parece resistirse, la idea de venir conmigo no le molesta en apariencia.
Tengo que tener cuidado, nunca había tenido un conejo. Menos tan parecido a un elefante.
Es por eso que no me da miedo llevarlo: tuve problemas con un cervatillo, con un gato, con un Cebú. Pero ellos no eran parecidos a un elefante.
El cervatillo, inquieto, saltaba de aquí para allá, hacía todo a la vez. Se negaba a ser ciervo. Yo en mi exasperación no pude enseñarle la importancia de cada sensación, la sabiduría de la calma. No. Lo dejé irse un día. Se fue triste pero corriendo. El cervato no tiene el ritmo del elefante.
El gato, en cambio, se dedicaba poco a la actividad. Pasaba días durmiendo, noches trabajando, cultivando un espíritu sabio, creía yo. Me adormecí en ese tempo largo. El gato tenía sus propios intereses, así que desaparecía por meses, volvía a comer, charlábamos, se volvía a ir. En esos días yo era el elefante más parecido a un gato que conocí.
El Cebú hizo destrozos en casa… como iba yo a saber, los cebúes no son animales de mi tierra. No nacieron para estar con los elefantes, ellos lo sabían. Yo no. El día que encontré uno, lo invité a comer (dicen que siempre pasa), atontado por las magnificas dotes del “inmenso” Cebú (había olvidado que los elefantes somos más grandes aún). Mi Cebú estuvo un tiempo conmigo, compartimos algunas cosas, pero no quería parecerse a un elefante. Se fue una noche a escondidas. Ni siquiera le gustaban los elefantes.
Pero este conejo es increíble, es tan parecido a un elefante.
Mi impresión es que va a estar cómodo en casa… no lo puedo dejar. Me gusta que parezca elefante, pero más me gusta que sea conejo.
Nunca había visto un conejo verdaderamente parecido a un elefante.
Esta claro para mí. Yo nací para tener ESE conejo (para otras cosas también)
¡Lo quiero!
Lástima que esos trámites tardan tanto…
Pero por mi madre que nunca vi un conejo tan parecido a un elefante!!
A VECES LAS METÁFORAS NOS QUEDAN CHICAS.
ilu P